Al tomar “aquellas decisiones equivocadas”, pese a las
múltiples advertencias que recibiste, era de esperar que Dios no te
respaldaría; sin embargo, te dejó avanzar, para que te percataras que todo lo
que se emprende sin su apoyo, no fructifica.
Lo has comprobado...
Lo has comprendido...
¡Todo esfuerzo sin Dios es vano!