La muerte NO es el final para aquellos que nos hemos acogido
a la amnistía que Dios ofrece por medio de Jesucristo. No hay razón para temer,
entristecerse y angustiarse ante este paso trascendental que tarde o temprano
hemos de dar.
El Espíritu Santo nos da la certeza de la realidad VIVA de
Dios morando en nuestro interior y de nuestra herencia eterna en Cristo.
“El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que
somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y
coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que
juntamente con él seamos glorificados. Pues tengo por cierto que las
aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que
en nosotros ha de manifestarse”
Romanos 8:16-18
Somos peregrinos sobre la tierra, vamos rumbo a la Patria
Celestial; por eso, cuidémonos para que las realidades terrenales no nos
distraigan durante el trayecto.
¡Todos nos enfrentaremos con la muerte!
Es una realidad que hemos de aceptar.
Realidad que no hemos de rechazar.
Realidad que no hemos de obviar.
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también
esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de
la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el
cual puede también sujetar a sí mismo todas lascosas”
Filipenses 3:20-21
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