Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria
de Jehová ha nacido sobre ti. Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra,
y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista
su gloria … Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del
sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando
creímos … Por lo cual dice: Despiértate, tú que duermes, y levántate de los
muertos, y te alumbrará Cristo”.
.
Esta profecía, escrita hace unos 2500 años por el profeta
Isaías, más que nunca en la historia, hace eco hoy en nuestro corazón:
“Levántate, resplandece porque la gloria del Señor ha nacido sobre ti, ha
venido tu luz, tinieblas cubren la faz de la tierra y oscuridad las naciones,
pero sobre ti amanecerá el Señor, y sobre ti será vista su gloria”.
Vemos en ella al menos cuatro grandes énfasis: 1.
“Levántate, resplandece” (Exhortación del Espíritu Santo). 2. “Porque ha venido
tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti” (Experiencia de visión
espiritual de la gloria del Señor). 3. “He aquí que tinieblas cubrirán la
tierra, y oscuridad las naciones” (Escenario, o ambiente en el cual vivimos
hoy). 4. “Sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria”
(Esperanza).
Levántate
La expresión “Levántate”, tiene un significado triple, y nos
habla de la actitud que Dios espera de nosotros, como iglesia, en el tiempo
previo al regreso de Cristo:
Ponerse en escena. Reconocemos en el Cristo crucificado el
centro del gran drama de la historia de la obra de Dios. Comprendemos también
que el próximo gran evento celestial que se aproxima será el retorno de nuestro
Señor Jesucristo en gloria y majestad.
Este es un tiempo de tensión, donde Su novia está siendo
preparada y Dios espera de la iglesia la actitud de “entrar en escena”, de
ponerse en la brecha, con un corazón dispuesto a responder a Su eterno
propósito.
Ponerse en pie. La noche está avanzada, y muchos que
deberían estar velando, se han dormido, como aquellos discípulos de Jesús en la
hora del Getsemaní. El Señor busca siervos vigilantes, hombres y mujeres que
estén en pie en medio de la noche.
Resistir. El llamado del Espíritu Santo, es que, sometidos a
Dios, resistamos al diablo (Stgo. 4:7). No tenemos lucha contra personas o
sistemas de este mundo, sino contra potestades espirituales de maldad.
Resplandece
Resplandecer alude al efecto que produce la incidencia de la
luz sobre un objeto. Si la iglesia resplandece, no es porque ella sea
generadora de luz, sino porque posee “aquella Luz verdadera que alumbra a todo
hombre”.
“Ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre
ti”. ¿Ha resplandecido realmente la gloria de Dios en nuestros corazones?
Cuando hemos visto su gloria, la consecuencia profunda es que todos nuestros
esquemas y pensamientos caen delante de él. Nada es mayor que verle a él, nada
nos puede hacer volver atrás, porque, cuando Su luz nos conquista, quedamos
cautivos de la visión celestial.
Nosotros somos llamados a ser una generación protagónica,
cercana al regreso de Cristo, por tanto, necesitamos conocer la visión
celestial de primera fuente, no como un eco de lo que vivieron nuestros padres.
Necesitamos que el Señor abra nuestros ojos. Si eso ocurre, nadie desmayará, y
nadie será avergonzado el día que el Señor Jesús regrese.
Experiencia con la gloria del Señor
En primer lugar, necesitamos la visión celestial, pues, si
la luz del Señor no nos conquista, no hemos visto nada. En segundo lugar, en
ausencia de aquella visión, cualquier tipo de luz que resplandezca en nuestra
mente o corazón, nos conquistará. En tercer lugar, si esa luz es artificial,
nuestro andar será artificial; pero si ella es la Luz verdadera, es decir
Cristo mismo, entonces nuestro caminar será en realidad y en verdad.
Nos entristece profundamente ver jóvenes cristianos con sus
vidas trastocadas, vagando sin rumbo, ellos oyeron la palabra del Señor, pero
ella no permaneció en sus corazones. Vino una mínima luz artificial y los
confundió.
Cuando la luz del Señor penetra el corazón, nada permanece
igual. Queremos poner a Cristo por sobre todo, porque el Padre le ha dado la
preeminencia en todo el universo, todo será reunido en él, y él quiere
resplandecer en nuestros corazones.
La necesidad de visión espiritual
“Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese
la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del
conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” (2a Cor. 4:6).
Si no tenemos una revelación del Espíritu Santo acerca de
quién es Cristo y qué ha hecho Cristo, entonces aún hay lugares de nuestro
corazón ocupados por densas tinieblas.
“Porque ha venido tu luz y la gloria del Señor ha nacido
sobre ti”. Es lo que el Espíritu Santo busca que se cumpla en nuestros
corazones. El propósito de su luz es iluminarnos en el conocimiento de la
gloria de Dios, ver Su gloria en la faz de nuestro Señor Jesucristo. Él es el
resplandor de la gloria de Dios.
El Padre se revela a sí mismo en Su Hijo. Todo lo que es
posible conocer de Dios está contenido en la persona y en la obra del Señor
Jesucristo. Necesitamos que nuestro corazón sea cautivado por la belleza del
Señor, porque el Padre ha colocado a su Hijo sobre todas las cosas y nos llama
a colocar nuestra atención en él, y cooperar también a que todas las cosas
vengan a los pies del Señor.
La revelación de las glorias del Señor
Veamos a continuación una panorámica que sirva como
enseñanza y sobre la cual podamos meditar delante del Señor. Necesitamos, así
como oraba Pablo por los efesios, pedir a Dios espíritu de sabiduría y
revelación en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. ¿Hemos orado así?
El Nuevo Testamento, revela maravillosamente, en al menos
siete grandes pasajes, las glorias de nuestro Señor:
En el Evangelio de Juan, nuestro Señor Jesucristo se revela
a través de los siete “Yo Soy”, como toda la suficiencia de Dios para el
hombre: Yo soy el Pan vivo, Yo soy la Luz del mundo, Yo soy la Puerta, Yo soy
el buen Pastor, Yo soy la Resurrección y la Vida, Yo soy el Camino, la Verdad,
y la Vida, Yo soy la Vid. Que podamos invertir mucho tiempo en entender lo que
Dios quiere revelar por medio de Cristo a través de esos siete “Yo Soy”.
Cuando Jesús estuvo en la cruz del Calvario, se cumplió la
palabra de Isaías 53: él “no abrió su boca”. Pero el Espíritu Santo nos dice
que, en esa hora crítica, aunque Jesús no abrió su boca para defenderse, habló
siete veces, para expresar algo que comunica la gloria de Dios, tal como un
arcoíris desplegándose ante nosotros, con siete colores que muestran la gloria
de la muerte del Señor Jesús: “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen”
(Luc. 23:34); “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Luc.
23:40-43); “Mujer, he ahí tu hijo, y he ahí tu madre” (Jn. 19:26-27); “Dios
mío, Dios mío por qué me has desamparado” (Mat. 27:46). No es casualidad que
esa frase esté al centro de todas las frases que nuestro Salvador expresó en la
cruz; “Tengo sed” (Jn. 19:28); solo dos palabras que expresan un grito de
agonía de nuestro Señor; “Consumado es” (Jn. 19:30); “Padre en tus manos
encomiendo mi espíritu” (Luc. 23:46).
En Hechos capítulo 2, tenemos siete énfasis del apóstol
Pedro en su primer discurso de la historia de la iglesia que apuntan a la
gloria de Cristo: 1. Jesús Nazareno. 2. Varón aprobado por Dios. 3. La muerte
del Señor: “a éste entregado por el determinado consejo, y anticipado
conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos
crucificándole”. 4. Resurrección: “a éste, Dios resucitó de entre los muertos,
de lo cual todos nosotros somos testigos”. 5. Exaltación: “Así que, exaltado
por la diestra de Dios”. 6. Recibió del Padre la promesa del Espíritu Santo, y
“ha derramado esto que vosotros veis y oís”. 7. A este Jesús, “Dios ha hecho
Señor y Cristo”.
Su gloria en los cuatro evangelios: Jesús pasó por siete
crisis, o eventos cruciales, en su vida humana, desde que entró a este mundo
hasta que retornó al Padre: Nacimiento, Bautismo, Tentación en el desierto,
Transfiguración, Crucifixión, Resurrección, Ascensión. Hay mucha riqueza en el
estudio y meditación de cada uno de estos eventos.
Su gloria en su actual condición celestial: Colosenses
1:15-23 (las glorias de Cristo como Cabeza); Hebreos 1:1-4 (las glorias del
Hijo de Dios); Apocalipsis 1:13-16 (expresiones de la gloria del Cristo como el
Hijo del hombre exaltado a la diestra del Padre).
Tinieblas cubren la faz de la tierra
El tercer énfasis especial de Isaías 60:1-2 es el escenario
que nos toca vivir como generación. He aquí que tinieblas cubrirán la tierra y
oscuridad las naciones. El Espíritu Santo coloca esta exhortación, de
levantarnos a resplandecer, en medio de un escenario muy adverso.
En 2Timoteo 3:1, antes de partir a la presencia del Señor,
Pablo deja estas palabras que también hacen eco a nosotros como generación más
joven: “Debes saber esto”.
No podemos ser ignorantes del ambiente que nos rodea como
generación. El Espíritu Santo nos dice que en los días finales, cuando las
tinieblas son más densas, vendrán “tiempos peligrosos”.
El sentido de “peligroso”, alude a un tiempo desgastador.
Nunca hubo antes una generación tan perdida en entretenciones, con el mundo al
alcance de la mano, sin poder sostener una conversación cara a cara,
arrastrando un cansancio emocional, viviendo una vida artificial en las
llamadas ” redes sociales”. Esto desgasta el alma. Los jóvenes de este tiempo
ya caminan en esta condición, como “zombies”, sin reacción, sin ver la
realidad, sin capacidad de comunicarse efectivamente, manipulados como una
masa.
Cuando Juan escribe su primera carta, ya anuncia que el
espíritu del anticristo opera en el mundo. Mientras más cercano esté el regreso
del Señor, más fuerte será esta obra maligna. Así como las olas del mar azotan
las rocas, nuestra generación es víctima de un desgaste que viene de las
propias tinieblas.
Resplandecer, nunca avalar
Si fuese posible, el enemigo procurará engañar a los propios
creyentes, no de manera brutal, sino con sutilezas. En este escenario, el Señor
dice: “¡Levántate, resplandece!”. Él nos dio el encargo de traer luz sobre
estas tinieblas, para que nuestro corazón sea alcanzado por esta luz, y no
seamos presa de la oscuridad de este mundo.
Haremos aquí una consideración de extrema seriedad: nosotros
somos llamados por el Señor, como la novia del Cordero, para prepararnos y
apresurar el regreso de Cristo. Pero si no respondemos a esa vocación, no
quedaremos sin culpa. La consecuencia de no responder al llamamiento celestial,
será que, de manera pasiva e inconsciente, estaremos contribuyendo a levantar
una plataforma para el propio anticristo.
Amadores de sí mismos
Volviendo a Timoteo, Pablo describe, a partir del versículo
3:2, el carácter de los hombres de esta generación. Estos rasgos definen muy
bien a las personas con quienes nos relacionamos a diario. Incluso, podría ser
una evidencia de nuestro propio corazón, si éste no ha sido conquistado por la
luz del Señor.
“…porque habrá hombres amadores de sí mismos” (v. 2). Estos
son hombres que exaltan su ego, como centro de atención.
Como contraste, ¡qué sorprendente es ver a Dios encarnado! A
lo largo de su vida terrena, el Hijo jamás se centró en sí mismo. Todo lo que
dijo, enseñó, vivió, obró, lo hizo para la gloria de su Padre. Nunca fue un
hombre vuelto a sí mismo, sino centrado en Dios, en el Padre.
Este es el modelo de humanidad que Dios nos llama a vivir.
Fuimos creados, no para nuestros propios intereses, sino para los intereses de
Dios. Todo hombre tiene en su corazón un vacío que solo Dios puede llenar. Si
no hemos descubierto esto, aún vivimos como desfigurados, ignorando el
propósito divino para nuestras vidas.
En segundo lugar, Pablo habla de hombres avaros, amantes del
dinero. El modelo económico actual invita a los hombres a disfrutar de una vida
más acomodada. Hoy los bancos otorgan a los jóvenes, antes que terminen la
universidad, una tarjeta de crédito, sin esperar que tengan capacidad de
respaldarla adecuadamente. Entonces, ellos, pensando que tienen la posibilidad
de gastar sin dificultades, quedan esclavizados de un sistema financiero que
está bajo el maligno.
¿Te has preguntado por qué nuestros abuelos vivían con menos
recursos? Tal vez porque les bastaba con tener para comer y vestirse. El Señor
ha sido siempre fiel con sus hijos en estas necesidades. Necesitamos tener la
visión celestial, el proyecto de vida del Señor, para saber cómo administrar el
dinero que él pone en nuestras manos. Si el Señor no nos gobierna en esta área,
seremos dominados por otro señor: el señor dinero. Esta generación está marcada
por este tipo de hombres, que gastan dinero en cosas sin provecho.
Cada paso que demos, consideremos delante del Señor si
corresponde al proyecto de vida que él tiene para nosotros. De esta manera
resplandeceremos como luminares en las tinieblas de este mundo.
Vanagloriosos, blasfemos
Otra marca es vanagloriosos, exhibidos, jactanciosos. En las
últimas décadas, la televisión acuñó términos tales como Reality Shows o
DocuReality. Experiencias televisadas de la vida de otros, una grotesca
expresión de la exhibición y vanagloria de nuestra generación, en la cual la
audiencia pierde su tiempo.
Hombres soberbios, blasfemos. Blasfemo es aquel que no tiene
reparo en destruir a otro por medio de sus palabras. En Internet vemos multitud
de notas publicadas en las redes sociales, a favor o en contra de los temas más
disímiles, agrediéndose unos a otros. ¡Ay de quien argumente algo conforme a la
palabra de Dios, porque de todos lados se unirán para atacar al cristiano que
expresó sus convicciones!
Si nosotros ponemos los pensamientos de este mundo por sobre
la palabra del Señor, eso también es blasfemia. Necesitamos que la palabra de
Cristo more en abundancia en nuestros corazones. Si alguna frase del mundo te
conquistó, es porque en tu corazón le has asignado más valor que a la propia
palabra de Dios.
Sin arraigo familiar
Desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto
natural. Cada uno de estos rasgos es el resultado de una generación previa, en
la que el diablo, por la ignorancia de los padres, destruyó el modelo familiar.
Implacables, es decir, hombres duros. A éstos se les puede
hablar de las más excelentes virtudes de nuestro Señor Jesucristo y del
propósito eterno de Dios, pero su corazón permanece inquebrantable. ¿Será que
no les causa ningún efecto? ¿Oiremos nosotros la palabra para luego dejarla
escapar? Que el Señor quebrante nuestros corazones implacables, y abra una
brecha en la roca, para que la semilla germine.
“Calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo
bueno, traidores”. Esta última expresión se refiere a personas que seducen para
usufructuar y luego traicionar. Si alguna jovencita, en la carencia emocional
de su corazón –que tendría que estar suplida por Cristo– puede ser atraída por
alguno de estos traidores, sepa que ellos solo están buscando satisfacer su
sensualidad.
“Impetuosos, infatuados, amadores más de los deleites que de
Dios”. Todo lo fugaz, sean las artes, la ciencia, los viajes, o aun la
religión, sea lo que fuere, tiene por objetivo hacernos perder la conciencia de
por qué estamos aquí. Se está proyectando una generación sin capacidad de
pensamiento crítico, enfocada solo en los placeres efímeros.
Apariencia de piedad
“Tendrán apariencia de piedad”. Todos los elementos
mencionados hasta antes del versículo 5, podrían hallarse exclusivamente fuera
del contexto cristiano. Sin embargo, este elemento en particular, la apariencia
de piedad, está metida en medio nuestro… “pero negarán la eficacia de ella”.
Muchos de nosotros crecimos en un ambiente cristiano, aun
así, estamos en riesgo de no ser poseedores de una realidad interna, ¿en
realidad hemos nacido de nuevo? Tenemos un ‘comportamiento piadoso’ en este
medio, pero, allá afuera, donde ningún hermano nos ve, ¿vivimos en
consecuencia?
La carne tiene la tendencia a imitar las cosas del Espíritu.
Incluso alguien podría estar prestando un servicio al Señor, como una excusa
para acallar su conciencia, pero esclavizado por el pecado. La apariencia de
piedad es la marca de la apostasía de los últimos tiempos. El desvío de la fe
ocurre aun en el seno de la iglesia. La imitación de la piedad siempre se
opondrá al Evangelio, pero, tarde o temprano, sucumbirá ante el poder de la
Luz.
¿Sabes cómo comprobar esto? ¿Consigues disfrutar de un
tiempo a solas con el Señor, hablando con él a través de la Palabra? En ese
instante que nadie te ve, ¿puedes ser auténtico delante del Señor? Cuando
traemos nuestro corazón a la luz del Señor, caen las apariencias de piedad.
“Mas todas las cosas, cuando son puestas en evidencia por la luz, son hechas
manifiestas; porque la luz es lo que manifiesta todo” (Ef. 5:13).
Dejemos que el Señor nos conozca, y seamos genuinos delante
de él. Él valora este corazón. Dios ama la verdad en lo íntimo. Porque llega un
momento en que la apariencia no resiste más ante la Luz Verdadera. Está cercano
el día en que se definirá de manera muy evidente quiénes son hijos de luz, y
quiénes de las tinieblas.
La esperanza de Su venida
El último énfasis de Isaías 60 es: “…sobre ti amanecerá
Jehová, y sobre ti será vista su gloria”. Esta es la esperanza del regreso de
nuestro Señor. ¿Ocurrirá esto con nosotros? Anhelamos que él brille a través de
nosotros en aquel día. Jesús ya está a las puertas.
“Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor
vendrá así como ladrón en la noche” (1a Tes. 5:2). La hora en que el Señor se
manifieste será en una “noche espiritual” para el mundo. Pero, “vosotros
hermanos no estáis en tinieblas para que aquel día os sorprenda como ladrón”.
(1a Tes. 5:4). Esta no será una manifestación como ladrón para aquellos que
están en la luz.
La pregunta es: ¿Estamos de hecho en la luz del Señor? ¿Ha
resplandecido su luz en tu corazón? Si la respuesta es positiva, Su regreso no
nos sorprenderá. Al contrario, alzaremos el rostro, anhelando ver a nuestro
amado Señor. Pero si vivimos en tinieblas, aun siendo creyentes, podríamos
eventualmente estar “como de noche”.
Hace sesenta años atrás, un hermano anónimo, desconocido,
escribió respecto a esto mismo, y en nuestros días tiene un cumplimiento
sorprendente: “Antes del regreso del Señor habrá mucho engaño y error… las
tinieblas se moverán para embrutecer nuestra mente y dejarnos sin reacción ante
las realidades celestiales… harán de una manera inexplicable que las
entretenciones y deleites de este mundo resulten más atractivas que las glorias
de Cristo… desgastarán nuestra mente para no poder concentrarnos al oír la
Palabra”.
Nuestra reacción
¡Que el Señor abra nuestros ojos! Vivir en la luz extinguirá
toda apariencia de piedad. No tengamos parte con el carácter de la generación
de los últimos días. Seamos hombres amadores de Dios, en contraste con los
amadores de sí mismos. Demos la gloria debida a nuestro bendito Salvador, en
contraste con los vana-gloriosos. Aprendamos a administrar bien el dinero, para
la gloria de Dios, en contraste con los amantes del dinero.
Si existen hombres amadores más de los placeres que de Dios,
que nosotros podamos aprender a disfrutar el mayor placer de nuestra alma, ese
instante precioso en la presencia del Señor. Solo un momento en la presencia
del Señor vale mucho más que mil años afuera.
El Señor siga dispensando de su gracia a nuestro corazón.
Recuerde esto, hay una palabra de exhortación que es: ¡Levántate, resplandece!
Una palabra de experiencia que el Señor quiere tener con nosotros: la gloria
del Señor ha venido sobre ti. Hay una palabra de escenario, que habla de este
tiempo presente: tinieblas cubrirán la faz de la tierra. Sobre todo, hay una
palabra de esperanza, que apunta a la gloria del Señor amaneciendo sobre
nosotros en el día del regreso de nuestro Amado.
No habrá nada más maravilloso que ver el rostro de Aquel que
murió por nosotros en la cruz, tocar sus manos que fueron traspasadas por
nuestros pecados, besar sus pies que fueron horadados por los clavos, y ver una
sonrisa en su rostro diciéndonos: Bien buen siervo y fiel, en lo poco has sido
fiel, sobre mucho te pondré. Lo más probable es que cuando el Señor nos diga
eso –y esperamos que así sea– nosotros miremos sorprendidos a nuestro
alrededor, buscando a quién se está dirigiendo.
Guardemos esta bendita esperanza en nuestro corazón: el día
está cercano. Amén.
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