Nuestra generación vive huyendo. Jacob vivió así. Nació literalmente con prisas tratando de eclipsar a su hermano Esaú. Huyó de Esaú, su hermano; huyó de Labán, su suegro. Realmente estaba huyendo de sí mismo. Aún así llegó un momento en que abandonó sus recursos y huyó hacia Dios. La noche fue testigo de una lucha que cambió una vida.
Un hombre que huye llegará a agotar sus recursos
Una persona sin recursos puede prevalecer con Dios en oración y cambiar su naturaleza y su situación. “Jacob se quedó solo” (v. 24). Tras toda una vida huyendo, Jacob se quedó sin recursos. En ese momento le dejaron solo con Dios.
Su estado físico en el arroyo de Jaboc y la ausencia de su familia subrayaban su soledad. Dios puede detener a cualquiera persona en su huida y confrontarla con su carencia de recursos.
Un hombre que huye puede encontrar a Dios en oración persistente. Un misterioso visitante nocturno luchó con Jacob hasta que rayaba el sol. Resulta incierto quién luchó con quien. Jacob luchó con una manifestación visible del Dios invisible- se le llama teofanía-. El rasgo de carácter que salvó a Jacob fue un deseo indomable e innegable de recibir la bendición de Dios. Jacob prevaleció, pero el visitante lo señalo con un golpe en la cadera. Dios quería que Jacob supiera que estaba luchando con un poder mayor que el suyo que le marcó de por vida. Jacob determinó con decisión no abandonar hasta que Dios lo bendijera.
Un hombre que huye puede experimentar una vida cambiada mediante la oración persistente. Jacob tenía que reconocer lo que era en verdad: un tramposo y un engañador (v. 27). Cuando hubo reconocido quién era, pudo dejar de ser quien era para convertirse en alguien nuevo. Dios cambió su nombre y su naturaleza y le aseguró la victoria futura con Dios y con los hombres. No obstante había un elemento no revelado en ello más allá de toda explicación humana (v 29). Cualquiera puede experimentar un cambio de naturaleza y de situación mediante un encuentro con Dios en oración.
Finalmente: Ya no huyas de ti mismo, ni de Dios, ni de nadie. Todo eso traerá agotamiento físico, moral, espiritual, económico; mejor rinde tu vida, tu energía, tus talentos y recursos a Dios y Él te prosperara abundantemente.
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