“El amor es sufrido.” Es decir, soporta con paciencia al
prójimo. ¿Verdad que todos necesitamos tal aguante? Dado que somos criaturas
imperfectas que servimos hombro con hombro, cabe esperar que de vez en cuando
nos irriten nuestros hermanos, y viceversa. Pero la paciencia y la tolerancia
nos ayudarán a afrontar los pequeños roces sin perturbar la paz de la
congregación.
“Todas las cosas las soporta.” Esta frase significa
literalmente que “lo cubre todo”. Como señala 1 Pedro 4:8, “el amor cubre una
multitud de pecados”. De forma que el cristiano que se rige por esta cualidad
no está ansioso por sacar a relucir las imperfecciones y defectos de sus
hermanos en la fe. En muchos casos, los errores que cometen son de poca monta y
pueden taparse con el amor (Proverbios 10:12; 17:9).
“Todas las cosas las espera .” En efecto, esta cualidad no
solo alienta la confianza, sino también la esperanza. Nos mueve a tener las
mejores expectativas sobre nuestros hermanos. Por ejemplo, si uno de ellos da
“algún paso en falso antes que se dé cuenta”, esperamos que responda a los
amorosos esfuerzos que se hagan por reajustarlo (Gálatas 6:1). También
abrigamos el deseo de que se recuperen los débiles en la fe. Somos pacientes
con ellos y hacemos lo posible para que se fortalezcan (Romanos 15:1; 1
Tesalonicenses 5:14). Hasta cuando se descarría un ser querido, no perdemos las
esperanzas de que un día recapacite y regrese a Jehová, tal como el hijo
pródigo de la parábola de Jesús (Lucas 15:17, 18).
“Todas las cosas las aguanta.” El aguante, que nos permite
mantenernos firmes a pesar de las desilusiones y dificultades, no solo se ve
sometido a prueba por los de fuera de la congregación, sino también por los de
dentro. Como estos son imperfectos, es probable que nos decepcionen a veces.
Quizás alguien nos lastime con un comentario desconsiderado (Proverbios 12:18).
O tal vez no se atienda un asunto de la congregación como nos parece oportuno.
Es posible que nos perturbe la conducta de un hermano respetado y que nos
preguntemos cómo puede actuar un cristiano de esa manera. Ante tales
situaciones, ¿nos apartaremos de la congregación y dejaremos de servir a
Jehová? Si tenemos amor, no. Esta virtud impide que los defectos de un hermano
nos cieguen al grado de no ver nada bueno en él o en los demás como
colectividad. Así, nos permite seguir siendo fieles a Dios y respaldar a la
congregación sin importar lo que haga o diga una persona imperfecta como
nosotros (Salmo 119:165).
“El amor nunca falla.” ¿Qué quiso decir Pablo con estas
palabras? Las escribió cuando trataba el tema de los dones del espíritu que
existían entre los primeros cristianos y que eran señales de que el favor de
Dios estaba con la nueva congregación. Aunque no todos los hermanos podían
efectuar curaciones, profetizar o hablar en lenguas, en realidad no importaba,
pues aquellas manifestaciones milagrosas terminarían cesando. Sin embargo, permanecería
algo diferente, algo que todos ellos podían cultivar y que era más
sobresaliente y duradero que cualquier don prodigioso. De hecho, Pablo lo llamó
“un camino sobrepujante” (1 Corintios 12:31). ¿Cuál era este “camino
sobrepujante”? El camino del amor.
Ciertamente, el amor cristiano que describió Pablo “nunca
falla”, en el sentido de que jamás tendrá fin. Hasta el día de hoy, el cariño
fraternal y altruista identifica a los verdaderos discípulos de Jesús. ¿No
vemos pruebas de este amor en las congregaciones de los siervos de Dios de todo
el mundo? Esta cualidad durará para siempre, pues Jehová promete vida eterna a
sus adoradores fieles (Salmo 37:9-11, 29). Por lo tanto, continuemos haciendo
todo lo posible por seguir “andando en amor”. Así constataremos que dar produce
mayor felicidad y, lo que es más, podremos seguir viviendo —sí, seguir amando—
por toda la eternidad, en imitación de nuestro amoroso Dios Jehová.
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