La palabra eterno significa “perpetuo, no teniendo ni
principio ni fin.” El Salmo 90:2 nos habla acerca de la eternidad de Dios.
“Antes que naciesen los montes y formases la tierra y el mundo, desde el siglo
y hasta el siglo, tú eres Dios.” Puesto que los humanos medimos todo en tiempo,
es muy difícil para nosotros concebir algo que no tuvo principio, sino que
siempre ha existido, y continuará para siempre. Sin embargo, la Biblia no trata
de probar la existencia de Dios o Su eternidad, sino simplemente comienza con
la declaración “En el principio Dios…” (Génesis 1:1), indicando que desde el
principio del registro de los tiempos, Dios ya existía. Desde la duración que
se extiende sin límite hacia atrás, a la duración que se extiende sin límite
hacia adelante, desde las edades eternas a las edades eternas, Dios fue y es
para siempre.
Cuando Moisés fue comisionado por Dios para ir a los
israelitas con un mensaje Suyo, Moisés se preguntaba qué les diría si le
preguntaban cuál era el nombre de Dios. La respuesta de Dios es altamente
reveladora: “Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a
los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros.” (Éxodo 3:14). Esto revela la
verdadera esencia de Dios, Su auto-existencia, y que Él es el Ser de seres.
También describe Su eternidad e inmutabilidad, así como su constancia y
fidelidad en cumplir Sus promesas, porque eso incluye todo el tiempo, pasado,
presente y futuro. El sentido es, no sólo Soy lo que Soy en el presente, sino
Soy lo que he Sido y Soy lo que Seré, y Seré lo que Soy. Las propias palabras
de Dios acerca de Su eternidad nos hablan desde las páginas de la Escritura.
Jesucristo, Dios encarnado, también constató Su deidad y
eternidad ante la gente de Su tiempo al declararles, “Antes que Abraham fuese,
YO SOY.” (Juan 8:58). Es claro que Jesús estaba afirmando ser Dios encarnado,
porque los judíos, al escuchar esta declaración trataron de apedrearlo. Para
los judíos, declarar que uno mismo es el Dios eterno era una blasfemia digna de
la pena de muerte (Levítico 24:16). Jesús estaba afirmando que era eterno, así
como Su Padre es eterno. Esto fue declarado nuevamente por Juan respecto a la
naturaleza de Cristo: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y
el Verbo era Dios.” (Juan 1:1). Antes del registro de los tiempos, Jesús y Su
Padre eran uno en esencia, y compartían por igual el atributo de la eternidad.
Romanos 1:20 nos dice que la naturaleza eterna de Dios y su
eterno poder son revelados a través de Su creación. Todos los hombres ven y
entienden este aspecto de la naturaleza de Dios por el testimonio de los
diversos aspectos del orden creado. El sol y los cuerpos celestes continúan en
sus órbitas siglo tras siglo. Las estaciones vienen y van en su tiempo
programado; los árboles producen hojas en primavera y las pierden en el otoño.
Año tras año estas cosas continúan, y nadie puede detenerlas o alterar el plan
de Dios. Todo esto da fe del eterno poder de Dios y Su plan para la tierra. Un
día, Él creará un nuevo cielo y una tierra nueva y ellos, como Él, continuarán
hasta la eternidad. Nosotros que pertenecemos a Cristo a través de la fe,
continuaremos también por la eternidad, compartiendo la eternidad de nuestro
Dios a cuya imagen fuimos creados.
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