“Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la
excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros” 2 Corintios 4:7.
Después de acercarnos y conocer al Señor Jesucristo, uno de
los deseos que surge con mucha fuerza en el interior de nuestro corazón es el
de servir a Dios, y apasionadamente empezamos a hacer diferentes cosas para él.
Aquí es muy importante tener en cuenta los fundamentos que nos enseña el texto
de hoy: 2 Corintios 4:7.
Al mirar con detalle éste pasaje podemos considerar por lo
menos, tres frases muy importantes aquí:
La primera es: “éste tesoro”: pues con éstas palabras, el
apóstol Pablo se refiere en contexto al ministerio, destacando lo valioso y
precioso que es, por esto mismo, debe ser valorado y conservado con sumo
cuidado, recordando que es una riqueza del cielo puesta en la tierra. Por eso
el servicio a Dios es un gran privilegio.
La segunda frase dice: “vasijas de barro”: expresión con la
que el apóstol Pablo hace referencia a las personas que llevan sobre sí el ministerio,
destacando su humanidad (es decir las debilidades, errores, fragilidad, entre
otros del ser humano), y su necesidad de depender de Aquel que los llamó, pues
una vasija de barro no es fuerte en sí misma, sino en Dios.
La tercera frase es: “la excelencia del poder sea de Dios y
no de los hombres”: en ésta frase el apóstol Pablo destaca cuán sobrenatural
son los dones de Dios, el término excelencia traducido desde el griego bíblico
también traduce: “grandeza extraordinaria”, virtud que Dios deposita en sus
hijos conforme a Su voluntad.
Sin embargo, también Pablo por el Espíritu Santo nos enseña
que esa excelencia es de Dios, para la gloria del Señor y no para los hombres.
Es por eso que los siervos de Dios debemos tener en cuenta que somos instrumentos
o vasijas de barro, y que el alfarero y dueño es el Señor. Toda la gloria es de
Dios.
Es por la gracia del Señor que hoy somos salvos, y que
tenemos el privilegio de participar de Su obra. La excelencia de Su poder, de
la que hemos hablado, se expresa con mayor fuerza y resplandor en aquellos que
con corazón manso y humilde, procuran que el nombre de Jesucristo sea
glorificado, pues finalmente el poder es del Señor. Servir a Dios es una gran
bendición y honor.
Conclusión: Dios nos ha alcanzado con Su gracia y amor,
dándonos salvación e impartiendo en nuestra vida dones para servirle, por eso
persevera con gozo en tu servicio al Señor Jesús, sabiendo que todo viene de
él. Aunque tu entorno sea difícil y adverso, recuerda que esas crisis o pruebas
son temporales, y que Jesús venció y ahora vive en ti. El servicio a Dios es un
gran privilegio.
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